¿Centralización o descentralización?
Creo que los problemas que trae la descentralización giran entorno a la diferencia de conocimientos que tienen los distintos alumnos de las diferentes Comunidades Autónomas. Como en algún momento he comentado en este blog, tanto las exigencias como los conocimientos traspasados a los estudiantes no es la misma en todas las comunidades y esto es claramente demostrable por las PAU o las EBAU. Yo he llegado a leer exámenes de lengua de alguna comunidad autónoma en los que los conocimientos necesarios para llevarlos a cabo a mí me los pedían en un examen final de cuarto de la ESO. Uno de los mayores debates reside en este hecho, pero no es el único.
El otro gran problema se centra en aquellas comunidades que tienen otra lengua oficial aparte del castellano y que muchos políticos del Parlamento central se empeñan en despellejar dudando de la veracidad de los contenidos traspasados a los estudiantes. A parte, claro está, de que en el currículo de esas comunidades autónomas tiene que estar también la lengua oficial de esa Comunidad Autónoma. Tal es la polémica con respecto a esto, que hace un par de días leyendo twitter me encontré con lo siguiente:
Enlace del tweet de la cuenta Hablamos español
Por supuesto, toda la gente que yo conozco estaba bromeando al respecto y es que hasta yo como vallisoletana y hablante de español que soy me parece algo completamente estúpido. Los padres deberían preocuparse por que la formación de sus hijos fuera completa y suficiente para hacerles seres humanos autónomos y, sin embargo, aquí tenemos a una figura parental que se queja de que su hija tiene demasiadas horas de valenciano. ¿Acaso no es la lengua que se habla en el lugar donde vives? ¿Acaso no quieres que tu hija se pueda desenvolver en la comunidad en la que ha nacido? ¿No se supone que los idiomas son completamente enriquecedores para una persona? El debate de esto último, algo más complicado, radica en cómo algunos idiomas están más que permitidos, aceptados y hasta alabados y cómo otros son ignorados, rechazados y hasta aborrecidos desde el primer momento en el que escucha un solo fonema.
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